El sueño juega un papel vital en el mantenimiento de la homeóstasis o equilibrio neuro-inmuno-endocrino.
Cuando dormimos nuestro cuerpo trabaja por nosotros: el sueño regula la producción de hormonas, las defensas inmunitarias, la transmisión simpática y parasimpática y el funcionamiento de importantes neurotransmisores.
Esto lo sabían (y no lo sabían) nuestros antepasados, desde hace cientos y cientos de años.
Quiero decir, la mujer de la imagen, La dama durmiente - una estatuilla hecha en arcilla que data del 3000 a.C. y hallada en Malta -, no lo sabía como hoy sí sabemos, gracias a los datos que la ciencia nos aporta y que acabo de describir antes.
Pero, de que sabía, sabía. Experimentó, qué duda cabe, ella y todos los suyos, el placer restaurador que nos regala el sueño.
Luego vino la ciencia que, efectivamente, ha comprobado que dormir restablece las condiciones óptimas de funcionamiento de nuestro cuerpo.
Les suena, ¿verdad?
Tal y como lo hace el ajuste Quiropráctico con nuestra espalda.
Nos sentimos como nuevos. Como recién levantados.
Descansados.
El sueño es el único momento de nuestra vida en el que solo somos nosotros y nuestra almohada: Abandonamos toda defensa consciente y nos colocamos en la posición que más nuestra sentimos.
Esa posición nos dice mucho.
Algunos tienden a abrazar la almohada. Otros la sostienen entre las piernas. Incluso, hay quienes la usan para esconder la cabeza (sí, duermen con la cabeza bajo la almohada).
Estas y otras posiciones tienen una explicación psicológica. El inconsciente, nuestra parte más vulnerable y sincera, se manifiesta durante la noche, cuando bajan todas las defensas. Por eso es que de noche podemos sentirnos más abrumados o asustados.
La almohada representa una herramienta reconfortante o un escudo. Y nuestra posición con este elemento nos puede decir mucho acerca de nuestra forma de ser y de sentir emociones.
Veamos los casos más comunes y qué representan simbólicamente:
Dormir abrazado a la almohada en posición fetal.
La posición fetal expresa la necesidad de sentirse seguro, protegido. Es muy común; de hecho, remite al útero materno, cuando vivíamos en un ambiente cálido y protegido.
Probablemente te sientas abrumado o tenso por los problemas del día a día. Al asumir esta posición, te gustaría sentirte seguro, te gustaría eliminar simbólicamente las situaciones estresantes y regresar a aquellos tiempos en los que solo tenías que flotar en el útero.
Generalmente, los que duermen abrazados a la almohada no toleran los imprevistos. Para el día a día, les encanta marcar metas y ritmos.
Pero, desafortunadamente, la vida se compone de eventos inesperados, por lo que las tensiones y las ansiedades se acumulan inevitablemente durante el día.
No te gusta la soledad; rasgo que compartes con quienes duermen con la almohada entre las piernas.
Dormir con la cabeza debajo de la almohada.
La almohada como burbuja que te contiene y te protege del mundo que te rodea; un espacio propio ideal, donde no hay conflictos ni decisiones que tomar…
Para algunas personas, la realidad es un lugar difícil de vivir: compromisos que aceptar, eventos inesperados que afrontar, cambios no deseados…
Por la noche todo esto se torna aún más insostenible.
Dormir con la cabeza debajo de la almohada no es una posición habitual. De hecho, se asume sólo en determinados períodos de la vida, cuando los estímulos externos se vuelven insostenibles y especialmente cuando hay conflictos que afrontar.
En momentos de especial estrés, la almohada colocada sobre la cabeza actúa como una pantalla, protegiéndonos de responsabilidades y deberes. La persona está pasando por algún de malestar que le hace querer que otros tomen las decisiones por ella.
Esta posición también es típica de las personas intolerantes, que se irritan y enfadan con facilidad. Por eso, les gustaría crear un ambiente donde encogerse.
Es una posición representativa de quien trata de evitar la realidad. Podría estar vinculada a problemas de ansiedad, depresión o inseguridad y, en consecuencia, a diferir o aplazar la solución del problema (procrastinar).
Dormir sin almohada.
Sucede en dos escenarios posibles:
· No tomas la almohada para nada, te gusta dormir sin ella
· Te acuestas con la almohada, pero luego te deshaces de ella
Si te acuestas con la almohada, pero luego la encuentras por la mañana en el piso, en la silla o en cualquier lugar y no detrás de tu cabeza, probablemente estés experimentando un período de emociones encontradas.
Por un lado, están tus necesidades y, por otro, las obligaciones y expectativas de los demás… que quieres respetar. Deshacerte de la almohada durante la noche es algo ambivalente: ¡la quieres y no la quieres!
En esta posición te liberas de la almohada como gesto de rebeldía. Pero de lo que en realidad quieres deshacerte es de algo que te oprime, algo a lo que no puedes rebelarte; una madre abrumadora, un empleador autoritario, una pareja manipuladora.
Acostarse sin almohada sí que no tiene ambivalencia. El simbolismo identifica una fuerza, un deseo de autonomía, de no necesitar a nadie: es una manifestación de necesidad de libertad.
Si la almohada es metáfora de seguridad y protección, ¿Quién prescindiría de ella? Quien haya vivido una experiencia difícil y prescindido de todo y de todos, contando nada más con sus propias fuerzas.
Por eso, esta posición también es emblemática del control, de las personas a las que les gusta tener las cosas bajo control.
Duerme con la almohada entre las piernas.
Estar a solas con sus pensamientos, no es nada fácil para algunos. La almohada los ayuda.
Hay quienes la abrazan y hay quienes la sostienen entre las piernas. En esta segunda hipótesis, la representación simbólica es la de una persona que necesita seguridad emocional. Situación característica de las personas que tienden a sentirse solas y sin amor.
Desde un punto de vista psicológico, las piernas simbolizan el avance, el progreso y el crecimiento. Si solo asume esta posición en ciertos momentos, es probable que se encuentre frente a un evento estresante inminente: un examen, una entrevista, una discusión o cualquier situación que considere importante para su vida.
Dormir con varias almohadas.
Más almohadas significan más protección, más escudos y una mayor necesidad de protección contra las amenazas. La almohada se convierte en el único espacio donde bajar las defensas.
Si las almohadas actúan como una pared divisoria entre tu pareja y tú, probablemente la fuente de estrés y amenaza sea precisamente la relación que, con el tiempo, ha pasado a convertirse en una fuente de frustración y no de satisfacción.
Por cierto, no ha quedado al olvido señalar que la imagen que encabeza esta sección es un dibujo de Alberto Durero (o Albrecht Dürer), el más famoso de los pintores del Renacimiento alemán.
A su aguda mirada artística no pasaron desapercibidas las contorsiones que una almohada adquiere: parecen el aviso del paso que hay entre el mundo de la vigilia al de los sueños.